Miramar y su laguna azul
La localidad ribereña de Miramar, situada a la vera de la laguna Mar Chiquita o Ansenuza en el este cordobés, en complemento con ese espejo de mar, se erige como un lugar de singular belleza y que muchos argentinos ignoran por completo.
La reciente creación del Parque Nacional Ansenuza (2022) no resultó una situación que le haya dado auge al lugar en materia turística. Por otro lado, la laguna en cuestión y los bañados del río Dulce que integran esta cuenca endorreica, conforman un importante humedal a nivel internacional que sirve de hábitat, refugio y reproducción a más de 380 especies de aves, especialmente en sus ríos tributarios. Es uno de los 23 sitios Ramsar en Argentina, una categorización que hace referencia a los humedales de importancia mundial, y que busca de alguna manera, tener una protección frente a sus amenazas.

Hacer referencia a la pequeña localidad costera de Miramar es adentrarse a un mundo lleno de historia, de asombros y tragedias. Como esos lugares que parecieran tener designios mágicos, Miramar parece tocada por la varita de su hada madrina que en su nacimiento le vaticinara muchas alegrías pero también tristezas.
Cuando Miramar, hasta en los años setenta conformaba un lugar de igual o más convocatoria que las famosas sierras cordobesas, símbolo vacacional para esa época de las familias de clase media en Argentina, la tragedia, que ya en algunos períodos de su historia se había hecho presente, tocó nuevamente la puerta.
Una inundación paulatina, sin pausa y sin hacer caso a todas las defensas que el miramanense le presentó, cubrió la mitad del pueblo, destrozando prácticamente la industria turística. En los 90, con las edificaciones de los hoteles y casas de familia asomando a flor de agua, se tomó la decisión de implosionarlas. Por eso es común ver en sus costas los escombros a las que fueron reducidas.

Pero Miramar, volvió a resurgir. Se tomó su tiempo, pero volvió, porque no es posible ni aceptable desechar tanto encanto natural, y tanta cordialidad que el miramarense en toda su historia puso a disposición del turista que iba a bañarse a la laguna, a la mar. Esa laguna, con un alto grado de salinidad, tiene en sus aguas una temperatura cálida que es envidia hasta de los mares caribeños, más allá de lo risueño de esta afirmación. También es riquísima en propiedades terapéuticas.
Precisamente por su elevada salinidad hace que en su superficie sea muy fácil flotar y no hundirse. También es imperdible adentrarse por su tenue declive, que cual plato playo, permite caminar varias decenas de metros con el agua rodeándonos hasta la cintura.
Los deportes y las recreaciones acuáticas están validadas para cualquier edad, desde las travesías en kayac o en las tablas SUP, o con una excursión en lancha o barco pirata.

Esta es sólo una nota de presentación de un lugar mágico y diferente, repleto de una bondad natural como ninguna y de una historia atípica y fascinante que tiene Miramar y la laguna Mar Chiquita o Ansenuza. Desde Destinos y Encuentros, intentaremos reflejar, aunque sea una mínima parte de este oasis, escondido pero presente, en el este cordobés.

